Llega a Madrid una de las exposiciones más singulares de la temporada: Homenaje a Picasso. Vallauris, 1972. Una muestra que, de la mano de la Fundació Antoni Vila Casas, reúne desde el 29 de noviembre hasta el 3 de marzo de 2024 en el Museo Lázaro Galdiano, 51 de los 400 tapetes intervenidos por más de 270 autores nacionales e internacionales como Miró, Calder, Hauffe, Brossa, Neruda, Buero Vallejo, Alberti, Saura o Equipo Crónica, entre otros, confiriendo al conjunto la condición de verdadero muestrario de los múltiples lenguajes artísticos que convivieron durante la década de los 70 en España. Una exposición que refleja las contradicciones, deseos y temores, los logros y los estímulos artísticos e ideológicos dominantes en el arte español en los últimos años de la dictadura al “poner sobre el tapete” la indignación del mundo del arte ante el agravio a un artista que personificaba el valor de libertad, así como la frustración provocada por el silencio oficial que permitía este ataque.
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Homenaje a Picasso. Vallauris, 1972 rememora aquel primer Rencontre International d’Hommage à Picasso que tuvo lugar en Vallauris en 1972 que materializó la indignación del mundo del arte ante la violencia política contra el artista, así como la frustración provocada por la actitud oficial que permitía ataques de grupos extremistas a galerías, librerías, etc. que celebraban el aniversario del pintor en sus escaparates. Entre ellas, la galería barcelonesa Taller de Picasso o la galería Theo de Madrid, que había sufrido un ataque precisamente cuando mostraba veinticuatro grabados de la “Suite Vollard” de Picasso. Ambos sucesos fueron incluidos en una secuencia más amplia de atentados contra la cultura, como los asaltos a las librerías Visor, Cultart y Antonio Machado de la capital o la librería Cinc d'Oros de Barcelona, que se prolongaron hasta los albores de la democracia, y que fueron perpetrados por determinados grupos violentos para manifestar su oposición contra la voluntad progresista.
Homenaje a Picasso. Vallauris, 1972, reúne, bajo la mirada de su comisaria, Nadia Hernández, una cuidada selección de obras del conjunto original que transmiten el espíritu del proyecto y se presentan con las más diversas técnicas –acrílico, rotulador, bolígrafo, serigrafía, grabado, collage, poesía, etc.– respondiendo a diferentes temáticas y sobre un mismo soporte: un tapete, en el sentido más estricto del término; piezas de algodón rectangular orladas con una puntilla confeccionadas hace 51 años por las religiosas de un convento del barcelonés barrio de la Bonanova. Todos los tapetes son de dimensiones similares, con los bordes de encaje elaborados según la destreza de su autora, y constituyendo, en ocasiones, auténticas filigranas.
El primer Rencontre International d´Hommage à Picasso, que tuvo lugar en septiembre de 1972 en la población más cercana a la residencia de Picasso, Vallauris, fue impulsado por Santiago Palet, y alentado por Antoni Tàpies, quien le recomendó iniciar una acción para homenajear al artista y le ofreció realizar él mismo unos dibujos para activarla. También Salvador Dalí le sugirió la idea de utilizar un soporte homogéneo y propuso considerar los mantelillos de papel troquelado que cubren las bandejas de las confiterías de Figueres (él mismo los había utilizado para el Gran masturbador (1929), realizado sobre el fragmento de un mantelillo, o en el Retrato de Gala, de 1931, pintado al óleo sobre un pequeño tapete). Fue Palet quien finalmente sustituyó la idea del mantelillo de papel troquelado por el tapete: un soporte más resistente que transmitía del mismo modo la idea de una bandeja alusiva al homenaje.
Se trataba de hacer llegar estos tapetes a artistas visuales, escritores, músicos y personajes del mundo cultural y solicitar su adhesión al homenaje a Picasso mediante la realización de una dedicatoria dibujada sobre la tela orlada. Los tapetes eran enviados por correo junto con una carta en la que se explicaba, mediante un collage de recortes de prensa, el atentado sufrido por la galería Taller de Picasso en el contexto de los ataques al artista. Se comunicaba la intención de formalizar una exposición y se solicitaba una dedicatoria sobre el soporte incluido. Mediante el mismo canal postal, los artistas devolvieron sus tapetes intervenidos.
“El envío postal fue un sistema eficaz para asegurar tanto la expedición de la propuesta como la recepción de las obras sin levantar las sospechas de la censura, protegiendo además el anonimato y posibilitando la participación de artistas internacionales, como Hans Hartung, Francois Fiedler, Joseph Binder, Victor Vasarely, Giacomo Manzoni o Ernesto Treccani”, explica Nadia Hernández. “El primer Rencontre International d´Hommage à Picasso es, en este sentido, una circunstancia privilegiada para comprender las redes subterráneas que en aquellos años operaban más allá de la censura”, añade.
Aunque Picasso no visitó la muestra, la colección reunió a más de 250 artistas plásticos, poetas, escritores, músicos, actores y otras personalidades del mundo cultural, superando todas las expectativas. En 1975, el espíritu del homenaje se disolvió y las obras se dispersaron, la mayoría de ellas depositadas en las estanterías de una galería, pendientes de ser fotografiadas y publicadas en un catálogo que nunca se llegó a editar.
También es destacable “la imprescindible función del coleccionismo como agente de preservación de los objetos y de su memoria”, como asegura la directora del Museo Lázaro Galdiano, Begoña Torres. “El relato recuperado gracias a este conjunto de obras es una historia modesta pero significativa de la acción transformadora de la cultura, y de cómo ciertas prácticas artísticas fueron entonces acciones de oposición al régimen. Su análisis ha sido posible gracias a unas obras que se han conservado unidas”, cuenta Nadia Hernández. En este caso, se trata de dos coleccionistas: Gianni Figueras, que adquirió el conjunto de tapetes en los años 80 para ubicarlo en el nuevo hotel que estaba construyendo en el Empordà, inventariando y recuperando su memoria. Tras su muerte, el hotel fue vendido y las obras almacenadas. Antoni Vila Casas adquirió la colección en un esfuerzo que ha asegurado su conservación como parte del fondo de la Fundació Antoni Vila Casas. “La protección de este conjunto en un entorno museístico es el resultado del compromiso de un coleccionista y de una institución con la recuperación de la memoria. Su gesto entraña, además, un homenaje a los autores y autoras de estos tapetes, que creyeron en la capacidad transformadora del arte frente a la violencia, artistas que armados de una dedicatoria a Picasso luchaban por la libertad, a pesar del miedo”, afirma la comisaria.
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